martes, 17 de agosto de 2010

Hamburguesas y estatina... ¿Nos hemos vuelto locos?

Como lo oís (bueno leéis) esta es la genialidad que se le ha ocurrido a un grupo de expertos del Imperial College de Londres y las reacciones (principalmente negativas) no se han hecho esperar.



La estatina es un fármaco empleado en el tratamiento del colesterol por lo que la hipótesis es perfectamente válida: si se le añade yodo a la sal para evitar problemas tiroideos, ¿qué problema hay en añadir estatina para evitar la hipercolesterolemia? Pero recalco la palabra hipótesis, ya que aunque a simple vista parezca lo mismo la diferencia entre ambas premisas es abismal por varios motivos:
  1. Añadiendo un fármaco a un alimento no estás previniendo la enfermedad, en todo caso se está tratando porque la cualidad de la estatina es que disminuye los niveles de colesterol en sangre por lo que es muy útil en el tratamiento de la hipercolesterolemia pero en una persona sana es absurdo suministrar este medicamento que no va a aportar ningún beneficio (y muchos perjuicios).
  2. Como su propio nombre indica es una medicina, es decir, sirve para curar una dolencia y solo debe suministrarse en el caso de que tal dolencia exista (a ninguno se nos ocurre tomarnos un analgésico si no nos duele nada). Esto en caso de suministrarse en una hamburguesa sería una locura ya que puede ir destinada a cualquier grupo de población (padezca o no la enfermedad).
  3. La intermitencia del tratamiento. Supongamos que se suministra solamente a gente que padece la enfermedad (esto es casi una quimera), estas personas tendrían que tomar al menos una hamburguesa (con estatina, por favor) todos los días o los días pares o los impares o según lo estipule el doctor (que sería una especie de doctor Jon, véase Heart attack grill) para que este tratamiento surta efecto. La gracia de los medicamentos es que ayudan a curar o a paliar los efectos de una enfermedad si se siguen dentro de un tratamiento, no si se toman cuando nos apetece.
  4. La dosis (muy importante). Suministrando un medicamento dentro de un alimento existe un gran problema ¿cómo se controla lo que come cada uno?, algunos con una tenemos de sobra pero otros tienen un apetito un poco más voraz que no se sacia así como así. ¿Y si superamos nuestro umbral de tolerancia a ese medicamento? pues tendremos toda clase de efectos adversos que (vademecum en mano) entre los más frecuentes se encuentran: gastrointestinales (estreñimiento, flatulencia, náuseas...), del sistema nervioso (dolores de cabeza, mareos...), cutáneos (urticaria, prurito...), musculoesqueléticos (mialgias, calambres...), endocrinos (alopecia, hiperglucemia...), psiquiátricos (insomnio, amnesia) y reacciones alérgicas. Casi nada, por no mencionar que a largo plazo un exceso de medicamentos (entre otros) la mayoría de las veces provoca en el hígado daños irreversibles.
  5. La educación (o más bien la falta de ella) en la población. ¿Qué legado dejaremos si podemos abusar de todo y luego nos tomamos el antídoto correspondiente? ¿Para qué han servido todas esas campañas de concienciación acerca de nuestra manía de automedicarnos? Imaginad las consecuencias de crear una sociedad que se despreocupe de los hábitos saludables.
Me gustaría recalcar que no es malo tomar hamburguesas siempre y cuando se haga de forma puntual (1 o 2 veces al mes) y en el marco de una dieta equilibrada y sobre todo variada, por lo que no entiendo esta manía que tienen algunos de demonizar ciertos alimentos.

Y antes de despedirme por hoy una comparación que viene como anillo al dedo: ¿qué pensaríais si cuando fuérais a un bar a por una copa os echaran B12 para evitar el coma etílico? Una locura ¿verdad? Lo mismo que estas hamburguesas.

1 comentario:

  1. Siempre aprendemos cosas nuevas,... lo cual resulta muy interesante. Me ha gustado este artículo.

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